Escapando del huracán Irma por un pelín
En un viaje a la Florida visitamos con una amiga las divinas playas de Clearwater y, de paso cañazo, yo me hice una escapadita a Bush Garden que era un parque de montañas rusas gloriosas. Entre sacudida y sacudida, sonó mi teléfono y era otra amiga pero que vivía en Miami, para preguntarme qué íbamos a hacer por el huracán.
Qué huracán?? Dije yo mientras corría para volver a subir a un juego en el que no había fila, pasando al lado de un empleado que me miraba con cara de "otra vez ud, señora?".
Ni me había enterado de que EEUU ya estaba alertando sobre la llegada del huracán Irma (de categoría 5, o sea de los feos), que pensaba pasar por Miami casualmente un día después de nuestro vuelo de regreso a la Argentina.
Me volví para Clearwater y, como en esos casos se solían cerrar los aeropuertos con anticipación por los vientos previos y los reabrían varios días después, entramos en la disyuntiva entre quedarnos ahí donde supuestamente estaríamos más seguras, o volver los 460 km a Miami porque si no llegaban a cancelar el vuelo, lo perderíamos. Por otro lado, cuando se espera un huracán de ese tipo, muchos hoteles cerca de la costa cierran y básicamente... te rajan.
Mi amiga de Miami nos ofreció que fuéramos a su casa por si la cosa se ponía fea, recomendando que lleváramos el auto a unas canchas cercanas a donde la gente los solía dejar en esos casos para evitar que el agua se los llevara o los aplastara alguna caída de árboles; y eso hicimos porque la llegada de Irma se estaba retrasando y nuestro vuelo podía llegar a salir.
Recuerdo que volvimos por la autopista hacia Miami sintiéndonos en esas películas de cine catástrofe americano, donde la gente cierra sus casas y huye de las ciudades costeras en caravanas de autos para el mismo lado, mientras los protagonistas son los únicos que van en dirección contraria para entrar a la ciudad porque saben cómo salvar al mundo... o algo así.
Como sea, llegamos a Miami sin problemas pero nos llamó la atención la tranquilidad de la gente. Muchos estaban tapiando con maderas puertas y ventanas, armaban vallas de bolsas de arena, salían de los supermercados con changos llenos y guardaban los autos adentro de las casas; pero nada parecido a lo que pensábamos. Sí compraban agua envasada, comida y velas (en el primer mundo también suele cortarse la luz bastante tiempo en esos casos), pero en la vida real los americanos se preparan de forma ordenada y sin tanto drama porque están acostumbrados; no como nosotros que aumenta la yerba y vemos gente en el supermercado agarrándose de las mechas por los paquetes que quedan.
Se suponía que el huracán tocaría tierra en Miami al día siguiente y todavía había gente en la playa!
Evidentemente los sistemas de alerta eran bastante confiables y, como nuestro vuelo no había sido aún cancelado, bajamos las valijas y nos relajamos (por mí que el agua se llevara el auto pero si me tocaba las valijas, Irma se las iba a tener que ver conmigo).
No teníamos nada para hacer, así que nos fuimos a dar una vuelta al shopping cercano para comer algo, lo que terminó siendo una experiencia muy extraña. Todo estaba abierto pero los locales se empezaban a preparar bloqueando los ingresos con bolsas de arena y "forrando" literalmente estanterías enteras para proteger la mercadería del agua por si se volaban los techos. Miren este videito.
Rato después ya todo se empezó a vaciar y decidimos volvernos al depto por las dudas.
Finalmente doña Irma se retrasó otro día y nuestro vuelo del día siguiente no se canceló; pero eso se los contaré en otro post porque la aventura no terminó ahí sino que en el aeropuerto tuvimos otro evento rarísimo que incluyó disparos, caos y una víctima fatal mientras intentábamos salir de EEUU antes de que llegara el huracán.