Cascais - Portugal

 

Un lugar que me encantó de Portugal fue este pequeño pueblo pesquero (pero chetazo) que quedaba muy cerca de Lisboa en donde estaba parando. Una mañana tomé el tren que recorría la costa por una hora con vistas hermosas para llegar a este paraíso tranquilo con playas deveeeenas, mucha gastronomía y un centro de lo más pintoresco. Digamos que pinta pueblo de alcurnia, pero disfrutables por todos.



Dicen que históricamente fue el lugar elegido por la nobleza portuguesa pero hay varias cosas para ver además de las playas y sus lujosas mansiones del S.XIX, como el Cabo da Roca (punto más occidental de Europa), el casco antiguo con sus calles empedradas, museos y mercados.

El primer día que fui hacía mooocho calor (se caían los pájaros de los árboles, diría mi padre) y la playa parecía tentadora pero Carolina se había ido de pantalón largo y con abrigo.

¡¡Las ganas que tenía de correr en paños menores hasta el agua!!  Pero el recato ante todo; así que decidí volver en otro momento mejor preparada ya que parando en Lisboa no era tan lejos.

Llegó el día: me calcé el traje de baño, musculosa, bermuda con chancletas… y para allá salí.

Digamos que ya en el tren un poquito de frío me hizo pero el entusiasmo por llegar disimulaba bien la piel de poio (dirían algunos).

La cosa no mejoró porque justo ese día había un viento que me volaba las chapas y hacía un frío que congelaba las patas.


Pero no iba a renunciar a ese paraíso, así que bajé a la playa aprovechando que no había mucha gente, y puse mi lonita de viajes (siempre útil en la cartera de la dama y el bolsillo del caballero) para echarme un rato como lagarto al sol.

Solo tardé 15 segundos en saber por qué no había tanta gente y, luego de salir de abajo de la arena que me tapaba y sacudirme cual gallina con piojos, decidí caminar hasta el agua por un posible chapuzón. Nuevamente la naturaleza me acomodó de un tortazo porque la temperatura del agua proveniente del Océano Atlántico me llegó hasta los huesos; así que disimulé un poco mi petrificación y volví despacito a buscar mis cosas, luego de lo cual terminé comprando un hermoso sweter en la feria para dejar de temblar durante mi regreso.

Conclusión: que bello lugar!! Vayan con idea de playa solo cuando el clima lo permita. Si no, conocerlo igual será bellísimo aunque deban evitar las patitas en el agua.